La Cruz de Caravaca, objeto de misterio y devoción, guarda una fascinante historia que se remonta al año 1231 en la ciudad de Caravaca de la Cruz. En ese tiempo, bajo el gobierno musulmán de Abu-Ceyt, un curioso evento marcó el inicio de la leyenda.
La historia cuenta que Abu-Ceyt, intrigado por la fe cristiana, ordenó al clérigo Ginés Pérez Chirinos celebrar una misa cristiana en su presencia. Ante la falta de una cruz cristiana en el altar, la intervención divina se manifestó cuando dos ángeles descendieron del cielo con una cruz de doble brazo.
Esta leyenda, aunque su veracidad es incierta, ha perdurado a lo largo de los siglos, convirtiéndose en parte integral de la tradición religiosa. La misteriosa cruz de aspecto patriarcal se distingue por sus cuatro brazos desiguales, simbolizando los planos material y espiritual que el ser humano habita.
En cuanto a su significado, la Cruz de Caravaca se erige como uno de los amuletos más antiguos y poderosos de protección. Su forma única, que difiere de la cruz clásica, representa la conexión entre el plano material y espiritual, esencia del viaje humano hacia la espiritualidad.
No menos importante son los dos arcángeles, San Miguel y San Gabriel, que sostienen la cruz, confundiendola con un extraordinario poder de protección. Así, la Cruz de Caravaca se erige como un símbolo sagrado que trasciende el tiempo, ofreciendo amparo y conexión espiritual a aquellos que la llevan consigo.